Danza: el lenguaje del alma
Luces, emoción, nervios, silencio…Se abre el telón y empieza el espectáculo. El cuerpo comienza a moverse y experimenta una sensación que recorre todos y cada uno de los rincones del cuerpo. A medida que avanza la actuación, ante la mirada de la gran cantidad de gente que ha acudido al auditorio, los nervios desaparecen y es entonces cuando dejan paso al máximo grado de felicidad. Una satisfacción que solo los que bailan saben de qué se habla.
El sábado, 29 de abril, fue el día en el que se valora y reconoce todo el trabajo y esfuerzo de todos los que viven la vida de una manera distinta. Ni mejor ni peor, simplemente distinta. ¿Y por qué? Porque los bailarines son los que transmiten sus emociones a través del baile. Son los que difunden su energía y sus pensamientos en cada uno de los movimientos que realizan. Son lo que al subirse al escenario demuestran que todo esfuerzo merece la pena y saben que es el momento de dejarse la piel. Cada gota de sudor significa la pasión con la que hacen su trabajo, o mejor dicho, su placer. Es entonces cuando se puede entender que danzar no es otra cosa que emocionarse, sufrir, amar, sentir. Hablar de danza, es hablar de vida porque la danza da la vida. Y quien todavía no haya tenido la suerte de experimentarlo, ¿a qué espera? comienza a bailarle al mundo, a los problemas, a las preocupaciones, a los disgustos y a todo aquello que atormente.
Solo queda decir: GRACIAS. Gracias a la vida por regalar este arte. Por poder disfrutar de los grandes bailarines y por poder gozar bailando a aquellos que tienen la suerte de poder hacerlo a diario. Y recuerda, los momentos en los que se baila son instantes que te hacen evadirte del mundo, en los que el cuerpo se deja llevar con la música sin importar nada más. La danza no reconoce fronteras así que es hora de que todos le bailen a la vida.
